Por suerte Spartacus, allá por el episodio 5 aproximadamente, se dio cuenta de que la sangre mola hasta que el espectador decide lo contrario. Similar con el sexo, las pichas y las tetas: si la audiencia "acaba" ante tanta eficacia, se acabó la diversión. Hacía falta una trama, algo sostenible más allá de las sensaciones hiperbólicas que ofrecían las imágenes.

La historia se divide en dos arcos bien diferenciados. El primero arranca simple y se desnuda predecible (aunque no por ello menos doloroso). El segundo es un tanto más largo y sutil. Spartacus toma nota de toda serie habida y por haber en la actualidad y amolda una forma que oscila entre el suspenso, la conspiranoia y la traición.Por momentos demuestra ser inteligente, abandona la obviedad y se vuelve hasta sugestiva. Pero jamás olvida que fue parida para chorrear litros de grasa, y a la hora de sellar su forma salpica el cgi de sangre flúor.

Cabe destacar la interacción entre parejas, especial mención para el duo lésbico de serpientes hipnóticas. Logran grandes momentos.

Spartacus, eso sí, es una serie de símbolos eminentemente masculinos. El poder y el falo, con una carga profunda en la necesidad de libertad por parte del protagonista. No solo desde lo que significa ser un esclavo en plena Roma, sino también en lograr que esa libertad sea equivalente a dejar las cargas de un pasado afectivo que todavía lo encadena.