Es decir, no puedes encarar Bruno como si fuera una película más, seria, con pretensiones, etc.
Has de ver Bruno sabiendo lo que vas a ver, un ejercicio sublime de provocación a diestro y siniestro, de poner en evidencia multitud de complejos, contradicciones y actitudes. Y todo ello lo hace de manera burda, grosera, rayana en el mal gusto, de acuerdo, pero también esconde ciertos detalles de fino e inteligente humor.

Y claro, cuando sabes que los participantes de los "sketches" no saben de que va la historia, el valor de la película se multiplica, así como su gracia (escenas que en principio son absurdas devienen desternillantes por lo absurda que es la gente que aparenta seriedad y criterio).

En fin, no llega al nivel de Borat, pero sigue siendo muy buena.