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Strhoeimniano rating:
10
Drama After her husband's suicide, Blanche, helpless and disoriented, takes refuge in New Orleans at the home of her young sister Stella, married to the brutish Stanley Kowalski. While trying to start a new life for herself, Blanche begins to frequent several of Stanley's friends and becomes close to the timid Mitch, who is fascinated by her ambiguous behavior. All too soon, however, bending to the constant pressure she is under in her new ... [+]
Language of the review:
  • es
May 26, 2005
120 of 128 users found this review helpful
Siempre pensé que ese “mañana será otro día” con el que terminaba “Lo que el viento se llevó” era mostrado en esta película.
Hablar de esta película y no hablar de Marlon Brando, puede ser una herejía que merece el mayor castigo. Él es Stanley. No puede haber otro que se acerque a la maestría y brutalidad que Brando exhibe en esta obra maestra. Pero a mí, me sigue sorprendiendo Vivien Leigh.
La química entre estos dos actores es brutal; pero en este pulso que mantienen a lo largo de toda la película, no deja de ser curioso que la vencedora final sea la actriz inglesa, que nada tenía que ver con el “metodo”, principal herramienta de acercamiento a cualquier texto de T. Williams, y de la que Brando era su mejor exponente. Vivien está conmovedora (le dieron muy merecidamente su segundo “Oscar”), en el único papel de toda su carrera que está a la altura de su inolvidable Scarlata O’Hara.
Su aparición en pantalla es mágica. Una estación de autobuses, un humo denso, casi una niebla del pasado, y surgiendo de ésta: una Blanche en el ocaso de su cordura. Una dama del Sur, reina de bailes e ilusiones, a la búsqueda de todo eso que ha perdido y que ya nunca encontrará. El miedo de sus ojos es tan real que no dejas de sentir una profunda lástima por ella. La batalla entre ella y Brando es descarnada, sin que quepa tregua alguna. A su búsqueda de la amabilidad, de ese espíritu del viejo Sur que también mostraba en “Lo que el viento se llevó”, opone Stanley una violencia cruda, rezumante de sexo, con ese carácter de gallo peleón que no soporta ninguna gallina más en su gallinero.
La película está llena de secuencias magistrales, de una fotografía en blanco y negro pocas veces superada (el sudor se masca, hay luces duras y contrastes fuertes por todos los lados), de unos diálogos antológicos que te estrangulan el alma, como ese “siempre he dependido de la amabilidad de los extraños” con el que se despide una Vivien Leigh más actriz que nunca.
Strhoeimniano
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