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June 16, 2019
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MONSTER PARTY es una película insatisfactoria, con muchos puntos débiles porque nunca parece tomarse en serio lo que quiere contar, con algunas interpretaciones decentes de Robin Tunney o Kian Lawley que sobresalen entre la mayoría de personajes caricaturescos y esperpénticos. Y poco más.
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Spoiler:
Un giro habitual del subgénero terrorífico del hogar invadido se da cuando los intrusos que entran en una casa se topan con un escenario más peligroso del que esperaban hallar. Es decir, de alguna manera se produce la situación inversa a la esperada y los supuestos villanos se convierten en víctimas involuntarias. Grandes ejemplos de esto son películas como EL COLECCIONISTA (USA, 2009) o NO RESPIRES (USA, 2016).
En MONSTER PARTY, tres jóvenes e inexpertos se hacen pasar por camareros para robar una lujosa mansión donde se va a celebrar la cena anual de un club de ricachones adictos al asesinato en proceso de rehabilitación, tan improbable como pueda parecer tal cosa. A partir de ese momento, la trama transcurre como una copia vulgar de THE PURGE: LA NOCHE DE LAS BESTIAS (USA, 2013), solo que más excesiva y barroca. Donde el guionista y director Chris von Hoffman no parece querer hacer el esfuerzo de que lo que sucede en pantalla sea medianamente creíble o tan siquiera original, sino meramente esperpéntico hasta casi rozar lo ridículo. La mayoría de los sustos de MONSTER PARTY provienen de mostrar una violencia desmesurada y sangrienta, que resulta predecible y totalmente diluida por demasiadas dosis de humor grosero. Por ejemplo, a la mitad de la película hay una escena relacionada con un misterioso personaje, encerrado en una habitación atrancada, que parece poder aumentar la tensión y el drama de la acción, pero que inexplicablemente es desechada por Chris von Hoffman de manera burda y mal resuelta, violando sin excusas la regla de oro del género que Alfred Hitchcock bautizó como "siembra y recoge”, para simplemente añadir otra escena violenta más.
En definitiva, MONSTER PARTY es una película insatisfactoria, con muchos puntos débiles porque nunca parece tomarse en serio lo que quiere contar, con algunas interpretaciones decentes de Robin Tunney o Kian Lawley que sobresalen entre la mayoría de personajes caricaturescos y esperpénticos. Y poco más.
En MONSTER PARTY, tres jóvenes e inexpertos se hacen pasar por camareros para robar una lujosa mansión donde se va a celebrar la cena anual de un club de ricachones adictos al asesinato en proceso de rehabilitación, tan improbable como pueda parecer tal cosa. A partir de ese momento, la trama transcurre como una copia vulgar de THE PURGE: LA NOCHE DE LAS BESTIAS (USA, 2013), solo que más excesiva y barroca. Donde el guionista y director Chris von Hoffman no parece querer hacer el esfuerzo de que lo que sucede en pantalla sea medianamente creíble o tan siquiera original, sino meramente esperpéntico hasta casi rozar lo ridículo. La mayoría de los sustos de MONSTER PARTY provienen de mostrar una violencia desmesurada y sangrienta, que resulta predecible y totalmente diluida por demasiadas dosis de humor grosero. Por ejemplo, a la mitad de la película hay una escena relacionada con un misterioso personaje, encerrado en una habitación atrancada, que parece poder aumentar la tensión y el drama de la acción, pero que inexplicablemente es desechada por Chris von Hoffman de manera burda y mal resuelta, violando sin excusas la regla de oro del género que Alfred Hitchcock bautizó como "siembra y recoge”, para simplemente añadir otra escena violenta más.
En definitiva, MONSTER PARTY es una película insatisfactoria, con muchos puntos débiles porque nunca parece tomarse en serio lo que quiere contar, con algunas interpretaciones decentes de Robin Tunney o Kian Lawley que sobresalen entre la mayoría de personajes caricaturescos y esperpénticos. Y poco más.