Lo digo muy en serio, si no has podido evitar meterte en la boca del lobo, relájate y disfruta. Esta es una película comodísima. De hecho se deja ver casi sin esfuerzo. Basta con que abras los ojos cinco minutos al principio-o tal vez incluso baste con tres- y luego otros tres al final. El resto es relleno zen, hasta el punto que la primera palabra- un poco convincente aunque sonoro "¡Joder!"- viene a pronunciarse al cabo de más o menos una hora . Eso y un par de frases más es todo el diálogo de esta emocionante aventura marinera.
Vamos a ver señores críticos, ¡qué `tour de force´ ni qué niño muerto! Esta película no hay por donde cogerla de puro plasta. Y juro que debido a mis resabios de ex-progre Robert Redford me cae muy simpático, pero lo que no es no es. Ya tuvimos bastante con Andy Warhol filmando en su día a un tío durmiendo durante diez horas. Cada loco con su tema al fin y al cabo, pero no me quieran convencer de que filmar una peripecia marinera a base de registrar con la cámara cada movimiento y cada gesto del protagonista, por mínimo que sea, se puede considerar cine. Será a lo mejor un tratado sobre como aburrir a los caracoles, pero una película no.
Y sea lo que sea, les ha salido bien baratita: un sólo actor, un yate ya en las últimas, y un mes de alquiler de algún muelle deportivo en Malibú o tal vez en Puerto Banús..
Ya vale.