Los laureles es el nombre de la canción que se referencia para titular a este filme, o que se toma de excusa para entender las desgracias de uno de sus personajes. El estribillo cantado en el filme reza así: “La perdición de los hombres, son las malditas mujeres”, sin embargo, en la mencionada canción lo que se dice en realidad es: “La perdición de los hombres, son las benditas mujeres”.

Una palabra que cambia todo el significado de la frase, pero que sirve de excusa para que Paz Alicia Garcíadiego, esposa y guionista de Arturo Ripstein, escriba esta historia con algunos leves tintes de realismo mágico, que le dio a Ripstein y a México su segunda Concha de oro del Festival de San Sebastián, luego de Principio y fin en el año 1993.

La trama de la historia es muy sencilla y sigue a un muerto, un hombre (Carlos Chávez) pobre infeliz que es asesinado de forma salvaje por otros dos (Rafael Inclán y Luis Felipe Tovar), ¿los motivos? No se conocen en un inicio, este es el hecho con que inicia la obra, estos se irán develando conforme avancen los minutos, y conforme la dosis de lo absurdo va envolviendo la pantalla.

La perdición de los hombres es una obra de humor negro, ese humor incómodo que difícilmente nos va a dar grandes carcajadas pero sí al menos alguna mueca de gracia, se sirve con largas secuencias donde los personajes se desenvuelven en un escenario utilizando distintos elementos, filmada en blanco y negro en el México rural y pobre.

Cada secuencia de estas bien podría verse como puntapié de gags que se van desarrollando, hay momentos realmente hilarantes, especialmente en lo referente a las dos amantes del hombre asesinado, situación que al final es lo que le da el título al largometraje, o mejor dicho como se mencionó anteriormente es la excusa para hacerlo.

Por esto mismo también la película termina siendo un ejercicio bastante fértil con un motivo bastante sencillo, la forma en se desarrolla la historia, dejando un último tercio para mostrar los motivos del asesinato, cuando se rompe la cuarta pared con la radio sonando, o todo el imposible camino que le sucede al fallecido tras su muerte. Sin duda una obra singular que no puede dejar impávido al público.