Ante tanta película actual donde solo importa la emoción fácil del espectador sin que este se pregunte nada y se deje manejar por los tsunamis facilones producidos por las herramientas típicas del narrador mercantil, es toda una delicia disfrutar del sabor de la sencillez aparente trufada de temas vitales contada a un ritmo lógico para absorver toda su intensidad y no de carreras de velocidad que sí te llevan realmente a la nada, nada que curiosamente busca el protagonista con un empeño colmado de un todo de pensamiento.
Da igual que problemas tiene, el caso es que los tiene y nos sumergen con todo el esplendor en la sensación de un final anunciado con toda la fuerza y dureza que ello implica. Para ello ayuda una sensacional ambientación de caminos polvorientos y empinados, la belleza de la soledad, la belleza de la tristeza.
Por el camino encuentra tres personajes que encarnan tres aspectos:
El miedo a la muerte y la nada sobre todo en la juventud llena aún de esperanzas.
La creencia total en una idea alimentada por la religión que aun con comprensión elimina la posibilidad de elegir tu propia existencia o final.
La aparente comprensión total existente solo en alguien que pasó por lo mismo que tú y trata de alimentar lo que seguramente ya es imposible, sobre todo si para alimentarla hay que autoengañarse y uno ya esta exhausto de ello.
Final enemigo de toda emoción basado en un simple resultado, como desgraciadamente pasa en el cine actual y hasta en el deporte o la propia sociedad. En este final te lanzan una bomba que estalla afirmando que lo importante es el desarrollo, la idea, el tema, tus propias conclusiones. ¿que importa si se muere o no ? Si quieres ese tipo de emoción invierte en bolsa.