Esta pieza cinematográfica, expone una propuesta mucho más que interesante en el cine moderno. Guerín logra armonizar una mezcla entre elementos propios del documental y del cine clásico al ensamblar el montaje de Gerald Fleury. Esto, como herramienta en pos a evocar los últimos momentos vividos por el abogado parisino mientras construía un retrato fílmico de su familia; la que nunca volvería a ver. Así, el director acentúa ciertos elementos visuales que enardecen el carácter lúgubre de la temática. Junto a esto, se posiciona la realización de planos limpios, la presencia de paisajes profundos y de colores vivos. También, la ejecución de tomas que tiñen de belleza ese film como por ejemplo la secuencia de una estatua de una joven pastora; tras ella, una cabra blanca camina hacia profundidad de un túnel hecho de árboles y hojas secas [véase minuto 26:23].