Original enfoque de un argumento que no es nuevo. La adaptación circula por las venas del gore y se alivia con humor negro, en un travieso juego del escondite sin descanso finalizado con la peor mala baba que la venganza es capaz de discurrir.
La abyecta tradición familiar, a diferencia de como venía ocurriendo en los semejantes precedentes, no encierra exactamente la idea perversa de la supremacía del rico sobre el pobre, expresada por medio del concepto teórico de no saber qué hacer cuando uno tiene las manos llenas de vil metal. El origen parte de una premisa diferente y en su fondo reside la cuestión de preguntarse hasta dónde está dispuesto a llegar uno si con ello dispone de un cheque en blanco. Dura crítica bajo las capas de vísceras y sangre que apunta sobre el precio de la ética individual y su posterior responsabilidad.
Acerca de los personajes, ninguno de ellos suscita el perdón, tan solo el descubrimiento del amor romántico sugiere tarde evitar el pago de una deuda ya adquirida. Redescubrimos en uno de ellos a Andie MacDowell, actriz que, aunque no ha parado de trabajar, a su lista de grandes éxitos más bien exigua, podría sumársele con relativa discreción esta noche de bodas coral pasada por unos juegos, no del hambre, sino de la moral, la inestable moral.

Sin ser memorable, es un entretenimiento bastante lúdico.