Siempre es bueno encontrar una película argentina que intente contar una historia lo cual ya es meritorio dentro de un panorama repleto de propuestas pseudometafìsicas que solo interesan a quienes las realizan y rápidamente caen en el tedio y el aburrimiento. Aquí por el contrario, el ritmo es ágil, la propuesta es interesante, las actuaciones son buenas aunque tal vez Eduardo Blanco no fuera el indicado para encarnar a ese padre frustrado que entra poco a poco en la locura. Hasta ahí todo bien. El primer problema que se presenta es el pésimo sonido que hace que muchos parlamentos resulten ininteligibles restándole suspenso a una trama que lo requería. El diálogo de Calori y Blanco junto a la fogata es absolutamente inaudible. Y lo fundamental es que intentaron hacer una película de género cuando en realidad lo que estaban contando daba para un thriller con elementos fantásticos que podría haber funcionado mucho mejor sin los últimos cinco minutos de película. Además desaprovecha elementos que al principio se esbozan pero quedan allí. Por ejemplo, cuando Tito le cuenta a su amigo que heredó la cabaña de pesca de un tío éste le pregunta si se trata "del pastor que decía que hablaba con Satanás" pero nunca más se lo vuelve a mencionar y cuando Tito llega a la cabaña heredada no hay ningún elemento que subraye ese comentario ni cruces, ni relicarios, ni amuletos, ni nada de nada. Y es una lástima porque profundizando en ese sendero la propuesta hubiera sido mucho más interesante y hubiera arrojado mejores resultados. Pero bueno, la película es lo que es y no otra cosa.