Hace muchos años que leí el libro. Creo que fue mi primera experiencia con el concepto de narrador poco confiable y, quizá precisamente por eso, guardo un recuerdo grato y excitante de esa primera lectura.

La película mantiene una voluntad por resultar fiel, lo cual es lícito y permite explicar la longitud del metraje (insisto, como en otras de mis críticas, en que ojalá lleguen tiempos mejores en que las películas no se sientan peores por durar lo que tienen que durar, y no más...). Sin embargo todo se cae cuando se nos insinúa sutilmente el final del libro y se toma un derrotero mucho más libre cambiando directamente lo que sucede por una opción que, si bien no carece de efectismo, adolece de la sutileza emocional de la obra del marqués de Tena (asco me doy escribiendo esto).

Por otro lado coincido con algunas aportaciones críticas que he podido consultar en cuanto a que se pierde algo del alma del libro en la descripción somera y muchas veces caricaturizada de los internos del sanatorio. Hay momentos en que diálogos, emociones y gestos no se preparan y se resuelven con cierta prisa dejando una sensación de vacío y arbitrariedad que llega a resultar demasiado evidente como precursora de posibles giros de guion.

Las actuaciones me han resultado muy sólidas: destaco especial, y obviamente, a Bárbara Lennie (que se asienta en el personaje de forma extraordinaria según avanza la película) y a Eduard Fernández. Lo de este hombre ya resulta habitual, pero no por eso menos notable.

Nada más que comentar: divina, si cuidara más lo humano.