Hace años que nos dimos cuenta de una curiosa coincidencia que se daba entre las cintas de Sam Peckinpah y las de Luis Buñuel. Muchas de ellas comienzan matando insectos u otros animales, aparentemente (y sin aparentemente) venir a cuento. Del genial director turolense hemos oído hablar de sus inclinaciones entomológicas, pues según la tradición visitaba de vez en cuando las colecciones del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, o asistía a las conferencias que sobre este asunto se daban en la Residencia de Estudiantes. Notamos una cierta querencia casi diríamos "insectófoba" en Buñuel que, asimismo, se aprecia en cintas de Peckinpah. Queden aquí las coincidencias entre ambos directores, por lo demás uno fue de los pioneros y maestros del surrealismo, el otro del western hiperrealista.
Sobre la cinta en sí es difícil añadir algo nuevo a lo ya dicho sobre la misma. Tanto y tanto se ha escrito ya ... Se trata para nosotros de una obra maestra que siempre muestra algo nuevo en cada revisión, un detalle, una anécdota que en un visión apresurada o distraída se nos escapa. O que hemos olvidado. Con todo, nos quedamos con la banda sonora, tan rica en sones latinos, como las inolvidables "Mañanitas" y, especialmente, la canción de despedida cuando el Grupo sale de la pequeña aldea mejicana camino del enfrentamiento y de la muerte. Como muestra de respeto y de admiración el pueblo entero alineado ofrece su adiós que sabe definitivo, saludando sombrero en mano o moviéndolo suavemente al compás de la música. Para nosotros es uno de los momentos más mágicos de la historia del cine. Una cinta recomendable siempre, sobre todo en momentos de bajón moral por el motivo que sea.