Yugoslavia, tierra de genocidios, de ocupaciones no pedidas y de una extrema –casi virulenta- diversidad cultural, es el escenario para este trabajo de Kusturica quien asume el desafío de retratar los sinsabores de la guerra desde una perspectiva surrealista, casi onírica, por lo que entrega una película extrañamente agradable. Narra la historia de dos amigos que enfrentan tres momentos específicos de este ex-país europeo: La Guerra Mundial, la Guerra Fría y la Guerra Civil. Aproximadamente 50 años de historia en donde el absurdo de la guerra se refleja en cada fotograma usando la sátira y la fantasía como recursos narrativos.

Kusturica refleja el dolor de un pueblo que pocas veces ha visto momentos de paz. Tal vez por eso los momentos de alegría son celebrados de una manera que, para el observador promedio, puede parecer excesiva y estrambótica. Sin embargo, y eso lo sabemos bien los latinoamericanos, para sobrellevar el dolor de la historia no hay nada mejor que la alegría de las celebraciones. Cine maravilloso, aunque un poco extenso en la duración del metraje, lleno de escenas bastante impactantes que se arraigan fuertemente en la memoria. Completamente recomendable.