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astimegoesby rating:
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Animation. Comedy. Drama
Madame Souza, an elderly French woman, instills in her grandson Champion (for who she acts as his guardian) a love of cycling. As a young man, he does become a dedicated road racer with his grandmother as his trainer. During a mountainous leg of the Tour de France in which Champion is racing, he goes missing. Evidence points to him being kidnapped. Indeed, he and two of his competitors were kidnapped, the kidnappers who want to use the ... [+]
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April 15, 2009
29 of 36 users found this review helpful
Son muchas las razones que hacen tan singular esta película de animación, si bien podrían resumirse en una sola: que todo en ella es atípico. Acostumbrados como estamos a los ideales hollywoodienses de salud, juventud, fuerza y éxito, todo lo que escapa a estos tópicos llama forzosamente nuestra atención. Lejos de mostrar candor, los guiones de Chomet describen, con grandes dosis de humor negro y filosofía, toda una realidad descarnada e incómoda. Sus silenciosos personajes observan ávidos a su alrededor para solucionar sus problemas con las medidas más sagaces y a la vez desesperadas, dictadas por esa hambre que agudiza el ingenio y que desde el cine mudo convertía al mismo Charlot en una figura entrañable y patética.
Existe en Bienvenidos a Belleville una pureza visual muy semejante a la de las postrimerías del cine mudo, donde no eran raros los ejercicios de audacia narrativa. En el cine, la imagen despliega un lenguaje icónico más apto para la ambivalencia y el juego creativo que el predominio de los diálogos hablados; en consecuencia, Sylvain Chomet decide prescindir de un guión verbal para llevar a su mayor grado de originalidad las posibilidades de un medio que es puro dibujo, demostrando su pericia al describir por medios estrictamente visuales los entresijos de unos personajes que no hablan.
Existe en Bienvenidos a Belleville una pureza visual muy semejante a la de las postrimerías del cine mudo, donde no eran raros los ejercicios de audacia narrativa. En el cine, la imagen despliega un lenguaje icónico más apto para la ambivalencia y el juego creativo que el predominio de los diálogos hablados; en consecuencia, Sylvain Chomet decide prescindir de un guión verbal para llevar a su mayor grado de originalidad las posibilidades de un medio que es puro dibujo, demostrando su pericia al describir por medios estrictamente visuales los entresijos de unos personajes que no hablan.
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Aunque toma su nombre y su arquitectura de una gran ciudad cercana a Montreal, la idílica Belleville es un trasunto de Nueva York, donde una oronda Estatua de la Libertad da la bienvenida a los inmigrantes. Sin embargo, en este orbe capitalizado no hay lugar para los que no tienen dinero —“No money? Then, no hamburger!”—; nada tiene que ver, entonces, la imagen sofisticada y encantadora que transmitían el cine y la televisión con la cruda realidad. La callada desesperación de Mme. Souza está a punto de tocar fondo cuando, de improviso, la doble mirada al pasado que inauguraba la película —la actuación de las pizpiretas Trillizas de Belleville para las cámaras— haya su correlato con la reaparición del trío de hermanas, ya decrépitas y semiolvidadas, que por casualidad encuentran a nuestros protagonistas y los acogen en su propio submundo urbano.