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astimegoesby rating:
8
7.6
1,796
Western
Outlaw Wes McQueen is sprung from jail to help pull one last railroad job. He doesn't like his new partners - except dance-hall girl Colorado - and anyway fancies Julie Ann newly arrived from the east to set up home with her father. Maybe time to get out. Unfortunately he also has a $10,000 reward on his head, dead or alive.
Language of the review:
- es
September 17, 2009
6 of 9 users found this review helpful
Desde la descripción que se nos hace de Todos los Santos, hasta el emocionante final en el Cañón de la muerte, todo lo relacionado con lo fúnebre, con el fin de algo, con la muerte, impregna toda la película.
Prácticamente no existe un sólo plano de la acción que acontece en Todos los Santos, en la que Walsh no encuadre una ciudad en ruinas, muerta. Unos personajes espectrales en una película de marcado carácter fúnebre, como años más tarde haría Clint Eastwood en Sin perdón (1992).
Prácticamente no existe un sólo plano de la acción que acontece en Todos los Santos, en la que Walsh no encuadre una ciudad en ruinas, muerta. Unos personajes espectrales en una película de marcado carácter fúnebre, como años más tarde haría Clint Eastwood en Sin perdón (1992).
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Breve diálogo entre Joel McCrea (Wes McQueen) y un personaje episódico, como mejor ejemplo del concepto espacial que Raoul Walsh desarrolla en la película:
«—Hola.
—Hola.
—¿Cómo se llama este lugar?
—Este es el Cañón de la muerte, amigo.
—¿Y aquello de allí?
—¿Eso? Es la Ciudad de la luna, al menos así la llaman los indios. Una ciudad muerta colgando en el vacío.
—¿Está lejos Todos los Santos?
—Está más hacia el norte, entre montañas, cruzando la cima de ese cerro. No pensará dirigirse allí ¿verdad?
—¿Por qué?
—Le diré lo que es Todos los Santos: donde desaparece todo el que llega. Los españoles fueron los primeros, los indios vinieron después y los mataron. Y una epidemia de viruela acabó con los indios. Sólo quedaron escorpiones y lagartos venenosos, y estos también desaparecieron con un terremoto. Ya nadie más ha vuelto allí amigo, a no ser tal vez, alguna serpiente que no sabe dónde se mete.
—Yo sí lo sé».
«—Hola.
—Hola.
—¿Cómo se llama este lugar?
—Este es el Cañón de la muerte, amigo.
—¿Y aquello de allí?
—¿Eso? Es la Ciudad de la luna, al menos así la llaman los indios. Una ciudad muerta colgando en el vacío.
—¿Está lejos Todos los Santos?
—Está más hacia el norte, entre montañas, cruzando la cima de ese cerro. No pensará dirigirse allí ¿verdad?
—¿Por qué?
—Le diré lo que es Todos los Santos: donde desaparece todo el que llega. Los españoles fueron los primeros, los indios vinieron después y los mataron. Y una epidemia de viruela acabó con los indios. Sólo quedaron escorpiones y lagartos venenosos, y estos también desaparecieron con un terremoto. Ya nadie más ha vuelto allí amigo, a no ser tal vez, alguna serpiente que no sabe dónde se mete.
—Yo sí lo sé».