A punto de convertirse en nonagenario, el mítico Clint Eastwood estrena su trigésimo noveno trabajo como director. La historia que nos cuenta en esta ocasión vuelve a tratar -como en varias de sus últimas películas- sobre un héroe estadounidense y sus problemas sobrevenidos. El reparto es de reconocida solvencia, comenzando con la oscarizada Kathy Bates en el papel de la protectora madre del protagonista; un estupendo Sam Rockwell como el abogado que tratara de defender y demostrar la inocencia de Richard; Olivia Wilde que encarna a una amoral periodista que no duda en usar su escultural cuerpo para conseguir sus objetivos; Jon Hamm que interpreta a un agente muy poco profesional del FBI; y el protagonista: un no muy conocido Paul Walter Hauser, que sorprende a propios y extraños, clavando una interpretación y un parecido al verdadero Jewell que realmente sorprenden.
El largometraje narra el atentado acaecido en los Juegos Olímpicos de Atlanta’96 y cómo fue inculpado el vigilante de seguridad que da nombre a la obra de Eastwood. Por esas cosas que cada persona tiene escrita en su destino, Jewell consiguió un puesto de vigilancia en las olimpiadas que se disputaron en el verano estadounidense del año 1996. Jewell que siempre soñó con ser parte y sobresalir entre las fuerzas armadas, toco el cielo con las manos al descubrir la bomba y evitar así la muerte de miles de personas. De la noche a la mañana paso a ser un héroe nacional, pero el FBI y los medios de comunicación prefirieron verlo como el principal sospechoso del atentado, comenzando así para él y su madre una injusta pesadilla.
“Richard Jewell” no será recordada como una de las mejores películas de Clint, pero con ella consigue hacerle homenaje a un hombre que solo hizo lo correcto y recibió la peor recompensa posible.