Que no se diga que la horterada ni un ramalazo de seducción tardosetentera untados en la lúbrica y genuina masculinidad mojabragas del efervescente icono sexual Gere son elementos incompatibles con la intriga y los relatos criminales. Porque para que algo así fuese posible en la antesala a la etapa dorada de los chuloplayas con gomina, el tanga y los coches deportivos se alinearon la mano ejecutora (produciendo) del rey de la "beach party" cinefilochentera en que se convertiría posteriormente Jerry Bruckheimer -que se crecería con 'Top Gun' o 'Beverly Hills Cop'- y el genuino erotismo sintetizado de Giorgio Moroder anticipando el uso martilleante de 'Take my breathe away' en aquella haciendo aquí exactamente lo mismo con 'Call me' reinterpretándola sin Blondie en mil formas instrumentales distintas.
Paul Schrader se ciñe a hacer lo mismo que Julian (Richard Gere) prostituyéndose -o eso quiero pensar- como guionista y director.
Gere hace babear a sus clientas, a su chula (Nina Van Pallandt) y, sobre todo al público que esté interesado en recrearse con la asombrosa interpretación de sus dos músculos más expresivos: el culo y el cimbel.
Hector Elizondo -con el que volvió a coincidir en un par de comedias a las órdenes de Garry Marshall- le sigue la pista en este enredo presuntamente turbulento entre falsas acusaciones y políticos celosos.
Erotismo, suspense, culos tostados y los paisajes urbanos de la soleada California en una trama criminal que sirve de excusa no tanto para desencadenar la violencia como para demostrarnos que Gere es el mejor desabrochándolas (y por tanto, desabrochándose).
Otra cosa es que acabes teniendo la impresión de que, por una vez, alguien ha hecho una película bastante peor que lo que habría hecho, con el mismo material, Adrian Lynne.
¿Y esto es una película de culto? Será de culto al cuerpo, supongo.