No soy muy aficionado a las sagas distópicas y futuristas, ni en formato literario ni en sus posteriores adaptaciones cinematográficas, que suelen ser finiquitadas -casi siempre- tras una primera entrega que pasa sin pena ni gloria. Siento una moderada simpatía por (casi) todo lo que ha facturado Peter Jackson como director o productor -aquí el tal Christian Rivers calca todos sus tics- después de 'Agárrame esos fantasmas', tanto que creo que la rúbrica freak y desenfadada de sus inicios aún está presente en sus grandes superproducciones: guiños endiosadores a los Minions, pastelitos twinkies que nunca caducan y una generosa galería de secundarios estrafalarios... Pero, a pesar de todo eso, y de la desconfianza que me generaba -tras la estiradísima trilogía del Hobbit- cualquier futuro proyecto del Rey Midas neozelandés, hay que esbozar una ligera sonrisa ante este nuevo y resultón soplo de energía al último cine fantástico. Peter Jackson y el debutante Chritian Rivers parten de una premisa tan rocambolesca, loca y surrealista como la de unas ciudades fortaleza que caminan, pelean y se devoran entre ellas, para convertir esta traslación de la saga creada por el novelista Philip Reeve en otro más de los estrenos navideños que se disputarán la cartelera en estas fechas. Espectáculos visuales de este tipo los hay a puñados, y además todavía quedan varios blockbusters por aterrizar en la cartelera española: tenemos a Disney por partida doble, la enésima adaptación del Grinch, más superhéroes de DC y Marvel -u otro de Bruguera, que todavía sigue coleando-, y, para poner la guinda, al propio Peter Jackson, que es un género en sí mismo. 
La reyerta en la taquilla ha comenzado, y que cada cuál elija lo que más le plazca. De momento yo os recomiendo este chute tan simpático de fantasía post-apocalíptica. Que lo disfrutéis con salud y, si queréis sacarle partido, mejor en pantalla grande.