Para dar carpetazo a sus escarceos con el terror viral y el género fantástico, enfocados como sólo él los abordó en una etapa intermedia de su filmografía -entre la serie Z de sus primeras gamberradas producidas por Ivan Reitman y su actual domesticación freudiana-, David Cronenberg elige como patio de recreo el mundo de los videojuegos, y traza un conjunto de subtramas paralelas -que habrán de converger- cuyo grado de confusión traspasa los límites de la alienación humana, otorgando al comodín de los giros de guión un grado ilimitado de posibilidades. Hay tantas maneras de especular sobre cómo acaba realmente 'eXistenZ' (1999, David Cronenberg) que acabas por observarla, más que como una película real, desde la perspectiva de una de esas novelas en las que cada lector elige su propio destino. O quizás, adaptándonos al leit motiv de su argumento, y a los nuevos tiempos que ya corrían en los albores del siglo 21, como un videojuego virtual plagado de violencia orgánica, actitud esquizofrénica y gore a mansalva bajo la coartada (otra vez) de la nueva carne. Entendida ahora, eso sí, desde el nuevo prisma de la realidad virtual. Las formas cambian, pero la intención era básicamente la misma.