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antonio lopez herraiz rating:
3
Action. Adventure. Sci-Fi From the outer reaches of space to the small-town streets of suburbia, the hunt comes home in Shane Black's explosive reinvention of the Predator series. Now, the universe's most lethal hunters are stronger, smarter and deadlier than ever before, having genetically upgraded themselves with DNA from other species. When a young boy accidentally triggers their return to Earth, only a ragtag crew of ex-soldiers and a disgruntled science ... [+]
Language of the review:
  • es
September 16, 2018
23 of 31 users found this review helpful
Nada más visionar los primeros trailers se olió la tostada y, teniendo en cuenta que sus mismos guionistas están a los mandos -uno de ellos como realizador-, era de prever que la cuarta aventura del depredador alienígena se convertiría en una secuela apócrifa de 'Una pandilla alucinante' (1987, Fred Dekker), donde sus protagonistas, reconvertidos en adultos al más puro estilo 'It' (Stephen King, Ed. Bolsillo), cambian a los monstruos clásicos de Universal por un cazador del espacio exterior.
Para Shane Black -guionista en la sombra del primer film, y el primer actor que moría en el mismo- esto de sentar catedra en la franquicia creada por de Jim & John Thomas no resulta novedoso. ¿Acaso no era ya 'Depredador 2' (1990) la traslación a un escenario gore y fantástico de otro de los personajes surgidos de su cabeza, el teniente Roger Murtaugh ('Arma Letal') interpretado por Danny Glover? No es tampoco la primera vez que Fred Dekker -aquí coguionista- fuerza a un grupo de actioners y un icono del fantastique para que compartan sudor y sangre con un compañero de fatigas en edad escolar. Ahí queda para el recuerdo (infausto, eso sí) su pueril 'Robocop 3' (1993). Aunque la idea de un viajero intergaláctico tratando de capturar a un chavalín autista tras colarse, accidentalmente, en un canal de comunicación alienígena, no está muy alejada de una hipotética reformulación sci-fi de 'Mercury Rising' (1998, Harold Becker).
No parece descabellado intuir que 'Predator' (2018, Shane Black) correrá la misma mala suerte crítica y comercial que sus dos secuelas precedentes, y a mi modo de ver, injusta para la primera de ellas, la realizada por el jamaicano Stephen Hopkins. Si existe una pega que se le podría achacar no es que falte alguno de los ingredientes adscritos a la corta filmografía como realizador de Black, mal que les pese a los indeseables vampiros de Fox que han mutilado su tercio final en la sala de montaje, sino haber recaído en el mismo error que su predecesora, supliendo la carencia de un protagonista carismático por un reparto coral donde sólo destaca la inusitada vis cómica del ex-Punisher Thomas Jane como un veterano de Afganistán con síndrome de Tourette.
Por lo demás, Shane Black reivindica con sobrada holgura su facilidad para combinar ese gamberrismo de 'enfant terrible', dialogos punzantes, violencia a tutiplén y un moderado sentido del espectáculo, sin otorgarle una prioridad casi exclusiva a lo último, como ocurrió en 'Iron Man 3' (2013, Shane Black). Tal como se ha dicho, éste es con toda seguridad el vehículo palomitero dirigido por Shane Black más cercano en espíritu a 'Dos Buenos Tipos' y 'Kiss, Kiss, Bang, Bang'. 
Soplan todavía vientos favorables para la nostalgia ochentera, lejos de arreciar como un temporal que comienza a remitir, pero el público sí da síntomas de haberse vuelto más selectivo con según que marcas. A lo cual, dicho sea de paso, contribuye el hecho de que se haya generado un justificable hype de rechazo mediante críticas negativas a los tijeretazos en su metraje -que no al trabajo real de Black-, y un desafortunadísimo, torpe (¿e involuntario?) autoboicot instigado por la actriz Olivia Munn, situada muy por debajo del listón instaurado por Elpidia Carrillo, María Conchita Alonso y Alice Braga. Igualmente no es que pudiese hacer mucho para defender el que, con toda seguridad, ya es el rol femenino peor escrito de toda la saga.
En resumidas cuentas. Si un depredador sangra, se le puede matar. Si una franquicia se queda sin ideas, también.
antonio lopez herraiz
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