Uno de los pilares fundamentales del terror psicológico. Polanski vuelve a elegir a una musa, en este caso una estupenda Mia Farrow, y la introduce en su espiral de locura de la que el espectador es partícipe. Mia Farrow no hace más que encarnar unos miedos y unas preguntas que llegan al espectador continuamente pero que no se acaban de despejar hasta el final.

Sobre la película ronda la sombra de lo real y lo irreal, sobre lo paranoico y lo racional en una mujer embarazada susceptible de pasar gran temor por el devenir de su hijo. Polanski no sólo nos da un argumento inquietante (aunque a día de hoy demasiado mascado), sino que también nos regala una gran variedad de planos y escenarios que llevan su etiqueta.

La Semilla del Diablo es otro ejemplo de cómo el director se desenvuelve ante este tipo de terror. Una especie de expansión de la fabulosa Repulsión que goza de más resonancia argumentalmente. Una joya del terror clásico.