Una idea que queda unida instantáneamente al género de comedia de terror. Sí, en la película de Brian Taylor vas a ver mucha sangre falsa, vas a ver escenas a cámara lenta ensordecidas mientras suena una canción muy feliz de fondo, y vas a sentirte seguro porque vas a tener claro que estás ante una violencia descafeinada donde sabes que no le va a pasar nada a los protagonistas. Y no sólo eso, sino que aquí vas a ver todo eso múltiples veces.

Pero da igual, porque haciendo todo eso, la película se ve tremendamente fresca e inspirada. Si bien se me ocurren mil películas dentro del género, pocas se me ocurren con las que comparar esta Mamá y papá de 2017. Brian Taylor utiliza a un Nicolas Cage en estado de gracia, retorciéndose y convirtiéndose casi en una parodia de sí mismo, agradecido de reírse de sí mismo y ganando puntos cada vez que aparece en pantalla. Un Cage trasnochado en un papel nacido para él.

Quizá le falte un poco más de contundencia, o más mala leche, pero probablemente perdería ese toque de horror happy que te invita a una sonrisa macabra más que a la carcajada. Entre todo, se esconde un mensaje de amor-odio que todo padre abrazará. En definitiva, una enorme cantidad de ingredientes para hacer una receta que se ve innovadora a pesar de no aportar nada profundamente diferente.