Pues eso, toda una naderia de la época , de esas con innegable perfume y ADN francés.
Hecho que por supuesto no tiene porque ser negativo. No obstante la irregularidad del ritmo , buscada voluntariamente por el director que se regodea unas veces emulando el docuficción, y otras la mera propaganda turísitica de la fantástica capital francesa frustran cualquier interés.

Dado lo hueco del artificio , lo más salvable de este plúmbeo ejercicio de narcisismo a la moda del momento, es precisamente eso, la moda, el Paris de la época y la simpatia de un elenco no demasiado potente.