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Bloomsday rating:
8
8.1
32,174
Mystery
Andrew Wyke (Laurence Olivier) is a famous writer of crime novels. Moreover, his passion for puzzles and riddles has led him to transform his mansion into a museum where bizarre toys and mechanisms are exposed. One evening, Milo Tindle (Michael Caine), his wife's lover and owner of several beauty salons, visits him and proposes a clever plan that can be beneficial for the two of them.
Language of the review:
- es
September 22, 2007
161 of 175 users found this review helpful
Claramente es una cinta teatral, configurada a partir del peso de la escenografía y las interpretaciones, a partir de un guión portentoso en su construcción de este duelo de ingenios (aunque caiga en algunas lagunas, creo yo, inevitables al tratar de rizar el rizo hasta el punto que lo intenta). Un guión en el que se insinúa su carácter de enorme burla y su distanciamiento de un thriller más razonable mediante varios instrumentos: el humor y su marcada teatralidad, un acusado tono de suspense psicológico y moral (inherentemente exagerado y teatral), y una sátira del género detectivesco clásico.
La resolución de la primera treta no me parece en absoluto, como algunos usuarios han insinuado, deficiente. Creo que el recurso a esa descomunal elipsis encaja y coadyuva al clima de juego y engaño constante. Gracias a ese despiste, el espectador deja de ser un observador para convertirse en parte del laberinto, en parte de la confusión. Ha de cuestionarse… ¿Lo sabe Olivier?¿Será o no será el mismo personaje?¿Vamos por delante de la cinta o vamos por detrás? El rompecabezas, por fin, se convierte en algo propio. No sólo de Caine y Olivier. Pasas a ser parte activa del complot. Mankiewicz no apura las posibilidades de este hallazgo, pero se agradece el desconcierto.
El problema es, en mi opinión, el último de los ardides. El final, seguramente por puro cansancio, es redundante… Quizás con un desenlace menos reiterativo (prolonga la manipulación hasta que la desgasta) subiría un punto la nota. Pero no por ello deja de ser una película ineludible.
Y lo es precisamente por una cuestión que se ha comentado ya, aunque se le haya adjudicado previamente la condición de defecto y no de virtud que es, según creo, la que le corresponde. Y es que ese tono íntimo y teatral es la mejor forma de rendir tributo a la raíz de esta historia, la mejor forma de presentar sus pretensiones y sus objetivos. La perfecta recreación de la encerrona de un gato a un ratón… O de un ratón a un gato.
Esta cinta es teatro, claro, desde luego. Mankiewicz siempre fue un director muy teatral en la dirección de actores y en la gestión de sus recursos técnicos. Pero en esta cinta, una especie de recuperación de las viejas claves de novelillas de misterio, una recreación de un clima de divertimento macabro, de intriga absorbente y clásica, en este caso, digo, lo teatral encaja. Como encaja la mansión, los batines de seda, los atizadores y el sótano a lo Allan Poe.
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La resolución de la primera treta no me parece en absoluto, como algunos usuarios han insinuado, deficiente. Creo que el recurso a esa descomunal elipsis encaja y coadyuva al clima de juego y engaño constante. Gracias a ese despiste, el espectador deja de ser un observador para convertirse en parte del laberinto, en parte de la confusión. Ha de cuestionarse… ¿Lo sabe Olivier?¿Será o no será el mismo personaje?¿Vamos por delante de la cinta o vamos por detrás? El rompecabezas, por fin, se convierte en algo propio. No sólo de Caine y Olivier. Pasas a ser parte activa del complot. Mankiewicz no apura las posibilidades de este hallazgo, pero se agradece el desconcierto.
El problema es, en mi opinión, el último de los ardides. El final, seguramente por puro cansancio, es redundante… Quizás con un desenlace menos reiterativo (prolonga la manipulación hasta que la desgasta) subiría un punto la nota. Pero no por ello deja de ser una película ineludible.
Y lo es precisamente por una cuestión que se ha comentado ya, aunque se le haya adjudicado previamente la condición de defecto y no de virtud que es, según creo, la que le corresponde. Y es que ese tono íntimo y teatral es la mejor forma de rendir tributo a la raíz de esta historia, la mejor forma de presentar sus pretensiones y sus objetivos. La perfecta recreación de la encerrona de un gato a un ratón… O de un ratón a un gato.
Esta cinta es teatro, claro, desde luego. Mankiewicz siempre fue un director muy teatral en la dirección de actores y en la gestión de sus recursos técnicos. Pero en esta cinta, una especie de recuperación de las viejas claves de novelillas de misterio, una recreación de un clima de divertimento macabro, de intriga absorbente y clásica, en este caso, digo, lo teatral encaja. Como encaja la mansión, los batines de seda, los atizadores y el sótano a lo Allan Poe.
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Spoiler:
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Mankiewicz y su estilo se ajusta a una película que busca imitar el teatro, y eso no me parece mala cosa si consigue realmente que el espectador de cine se sitúe en una butaca de club (ahí esa elipsis antes mencionada encaja, es un recurso más de teatro que de guión cinematográfico). Y es que en ocasiones, un director y su estilo encuentra acomodo en una historia y otras no. En este caso cine y teatro se funden a la perfección (la propia película juega a eso desde los títulos de crédito, incluso al director se le nota incómodo en los escasos exteriores con un movimiento timorato de la cámara en espacio abierto). Mankiewicz siempre se manejó mejor, probablemente porque así aprendió el oficio, en espacios cerrados. Y a mí me parece lícito y plenamente disfrutable que un formato copie otro, que lo adapte sin pervertirlo y homenajee sus claves. Y además es completamente congruente, en este caso, con el hecho de ser la última cinta de este director. Me parece un fantástico compendio de su estilo, su particular homenaje a una forma de hacer cine y a un encanto que, ya entonces, estaba desapareciendo.
En definitiva la película obtiene fantásticos resultados de la disposición de los objetos, los grotescos muñecos y los actores. Y es que los protagonistas no son, finalmente, más que marionetas… O al menos así se trata el uno al otro, como juguetes; desde la prepotencia, competitividad, la desconfianza y revancha propias de clases sociales distintas. Probablemente, diría Makiewicz, como pasa ahí fuera…
Mankiewicz y su estilo se ajusta a una película que busca imitar el teatro, y eso no me parece mala cosa si consigue realmente que el espectador de cine se sitúe en una butaca de club (ahí esa elipsis antes mencionada encaja, es un recurso más de teatro que de guión cinematográfico). Y es que en ocasiones, un director y su estilo encuentra acomodo en una historia y otras no. En este caso cine y teatro se funden a la perfección (la propia película juega a eso desde los títulos de crédito, incluso al director se le nota incómodo en los escasos exteriores con un movimiento timorato de la cámara en espacio abierto). Mankiewicz siempre se manejó mejor, probablemente porque así aprendió el oficio, en espacios cerrados. Y a mí me parece lícito y plenamente disfrutable que un formato copie otro, que lo adapte sin pervertirlo y homenajee sus claves. Y además es completamente congruente, en este caso, con el hecho de ser la última cinta de este director. Me parece un fantástico compendio de su estilo, su particular homenaje a una forma de hacer cine y a un encanto que, ya entonces, estaba desapareciendo.
En definitiva la película obtiene fantásticos resultados de la disposición de los objetos, los grotescos muñecos y los actores. Y es que los protagonistas no son, finalmente, más que marionetas… O al menos así se trata el uno al otro, como juguetes; desde la prepotencia, competitividad, la desconfianza y revancha propias de clases sociales distintas. Probablemente, diría Makiewicz, como pasa ahí fuera…