"Sin quererlo, Alan Ball nos invita a las vidas de la familia Fisher, compuesta por Claire, Ruth, Dave y Nate. Pero no sólo asistimos a sus vidas, también asistimos a las de sus allegados, como por ejemplo Federico, Keith o Brenda.
Pasados varios capítulos, ya hemos diseccionado la psicología de los personajes hasta el fin de la segunda temporada, donde lo terminamos de hacer por completo. Ya les conocemos.
A partir de ahí, ellos, como cualquier ser humano de este mundo, evolucionan en la vida y quizás cambien, pero en esencia siguen siendo los mismos, y los conocemos perfectamente.
A la par que diseccionamos a cada uno de ellos, nos encontramos con partes de cada uno de nosotros. Partes de un pensamiento, de una forma de ser, de una forma de vivir, de una forma de sentir. Y ya está. Irremediablemente, los Fisher y sus allegados también somos nosotros, en mayor o menor medida."
Más allá de la experiencia personal con la que cada uno se sienta identificado, no hay mucho que decir sobre una serie perfecta. Sobre un guión, capítulo tras capítulo, perfecto. Sobre una dirección, capítulo tras capítulo, perfecta. Sobre unos actores, capítulo tras capítulo, SUBLIMES.
Sobre un final ... imperecedero.
Una serie cruda, real, divertida, triste, apasionante. Lo tiene todo.
Six Feet Under mora ya, para siempre, en el umbral majestuoso de las mejores series de televisión (junto con Twin Peaks o Los Soprano, entre otras).