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August 5, 2008
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Esta historia es lenta. Y no sólo porque ese sea el ritmo que le han dado, sino porque ese es el tempo que necesita. Es un cuento, un hermoso cuento, y requiere una estructura clásica de presentación, nudo y desenlace.
Pero, aunque clásica en sus planteamientos, no resulta aburrida. Ni mucho menos. Se suceden las sorpresas.
En realidad, una vez te detienes meditarlo, resulta que tampoco es tan lenta. Solo da esa impresión porque el ritmo es sostenido y la el uso de la cámara elegante. No se producen bandazos ni trompicones; no hay tiempo bala, ni cámara rápida, ni cambios de plano violentos. Está narrada con tal maestría que incluso los giros inesperados y sorprendentes – que los hay, y bastantes – no rompen el ritmo. Incluso los actos de violencia resultan casi poéticos.
Shyamalan, al igual que el Maestro Miyasaki, no fabrica películas: narra cuentos. Si aceptas escucharles no tardarás en sumergirte en la historia.
No obstante, hay algo que el arte de esta director que me perturba, un paradójico efecto que me han producido las películas suyas que he visto: me han gustado… la primera vez.
En el primer visionado, por lo general en el cine, me fascina al principio y me emocionó al final. La segunda vez – en la televisión – cambio de canal al poco rato. Me aburre. Y el fenómeno se repitió en esta película; no retienen mi interés en el segundo visionado. Y no es que sea un devorador compulsivo de lo novedoso. Siempre vuelvo a lo que me gustó. Y en otras películas, incluso de misterio, el conocer ya el final no es problema. Es algo que solo me pasa con el cine de este hombre, rodeado de enigmas tanto dentro de la pantalla como fuera. Y siempre con sorpresa final. Como esta película. Como esta crítica.
Pero, aunque clásica en sus planteamientos, no resulta aburrida. Ni mucho menos. Se suceden las sorpresas.
En realidad, una vez te detienes meditarlo, resulta que tampoco es tan lenta. Solo da esa impresión porque el ritmo es sostenido y la el uso de la cámara elegante. No se producen bandazos ni trompicones; no hay tiempo bala, ni cámara rápida, ni cambios de plano violentos. Está narrada con tal maestría que incluso los giros inesperados y sorprendentes – que los hay, y bastantes – no rompen el ritmo. Incluso los actos de violencia resultan casi poéticos.
Shyamalan, al igual que el Maestro Miyasaki, no fabrica películas: narra cuentos. Si aceptas escucharles no tardarás en sumergirte en la historia.
No obstante, hay algo que el arte de esta director que me perturba, un paradójico efecto que me han producido las películas suyas que he visto: me han gustado… la primera vez.
En el primer visionado, por lo general en el cine, me fascina al principio y me emocionó al final. La segunda vez – en la televisión – cambio de canal al poco rato. Me aburre. Y el fenómeno se repitió en esta película; no retienen mi interés en el segundo visionado. Y no es que sea un devorador compulsivo de lo novedoso. Siempre vuelvo a lo que me gustó. Y en otras películas, incluso de misterio, el conocer ya el final no es problema. Es algo que solo me pasa con el cine de este hombre, rodeado de enigmas tanto dentro de la pantalla como fuera. Y siempre con sorpresa final. Como esta película. Como esta crítica.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Para que te hagas una idea de lo sostenido y regular de la narración en la obra de Shyamalan, resulta que no solo se mantiene durante la película, sino que cruza a través de ellas como las piedras de un puente. De hecho, la crítica que acabáis de leer, ¿cual de sus películas se refiere? Vuelve a leerla…