Mel Gibson dirigió muy bien esta película llena de lucha, honor y valentía. Y es que el protagonista de Arma letal nos ofrece una cinta épica en la que él mismo es el centro de todas las miradas por encarnar al famoso héroe escocés. Eso sí, debo recalcar que el propio director exageró en su idea porque el verdadero Wallace fue un noble y no un campesino. No obstante, también hay que decir que seguramente el director quiso darle una visión más humilde para hacer más grandes y heroicas sus proezas.
Hablando ya de la cinta, esta es quizás más larga de lo que debió ser, algo que se debe especialmente a la parte romántica en la que vemos a William Wallace antes de volverse un guerrero. Dicha parte romántica hace que la historia tarde bastante (demasiado) en arrancar. A partir de ahí, la película da un giro de 180 grados y nos ofrece justamente lo que esperamos: batallas sangrientas, muertes, traiciones y ejecuciones. En mi opinión, Mel Gibson nunca tuvo el perfil del protagonista que quiso para su papel. No critico su tarea como director, pero como actor principal deja mucho que desear, al menos, en esta ocasión. La música es muy apropiada y el vestuario dio con la tecla. Lo más emotivo llega al final con la tortura y muerte de William, que pese a su sufrimiento se niega a arrodillarse ante el rey inglés y grita su última palabra delante de toda la multitud que le está viendo. Un grito que indica su deseo patriótico.