Mezcladas entre truños falangistas y religiosos, Rafael Gil se atrevió con alguna que otra gran película, como 'El clavo' o este pseudo drama neorrealista con diálogos de Miguel Mihura, tan brillantes como los de Amparito Reyes recriminando la pesadez de Ángel de Andrés y tan vergonzantes como los de Ángel de Andrés hablando de los comunistas y su manía de romper cristales. La trama no es gran cosa pero se nota el oficio de Gil tras la cámara y un buen presupuesto que combina secuencias rodadas en el barrio gótico de Barcelona y otras de estudio. Hoy permanece como un buen espejo de la triste España de la época, repleta de estafadores, pobres y reclutas, todos con cara de pasar mucha hambre. País.