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Sapristioca rating:
7
6.9
5,653
Comedy
Luis García Berlanga's second take on the Leguineches, a down and out aristocratic family who settle in their palatial home in the middle of Madrid and try to feign relevance.
Language of the review:
- es
August 26, 2011
8 of 8 users found this review helpful
Uno cree que debe escribir una crítica (para explicarse a sí mismo una película, para dar su opinión a los demás) nada más ver una película. Cuando está todo fresco y recuerdas todo eso de los enfoques, los travelling y los picados. Pero a veces te ataca la melancolía (muchas veces) y te apetece rememorar un sabor, una sensación, un tiempo.
A mí en su tiempo me encantó La escopeta nacional, me gustó Patrimonio nacional y me pasó más inadvertida Nacional III. Y en su día califiqué con un 7 a la segunda. Cosas de puntuar en frío.
Pero, ya ven, hoy me ha dado melancólica y, sin quitar mi calificación, quiero dar ese homenaje al palacio venido a menos de la Plaza de Cibeles, a Mary Santpere pegando tiros desde su ventana, a ese ingieno con patas que era Luis Escobar haciendo de sí mismo, al cura fascista de Agustín González y a ese tándem mágico de la estupidez esperpéntica que componen López Vázquez y Ciges (qué tío, Dios).
Un recuerdo entrañable, con sonrisa y nostalgia de esas comedias corales de Berlanga donde todos hablan a la vez y no sabes adónde dirigir la sonrisa.
Qué personajes, qué época y qué manera de hacer un cine cachondo, divertido, fácilmente identificable.
Ahora sería cuestión de verla por enésima vez y hablar de las pegas, pero lo dejaremos para otra ocasión. Hoy, de momento, una sonrisa al tiempo.
A mí en su tiempo me encantó La escopeta nacional, me gustó Patrimonio nacional y me pasó más inadvertida Nacional III. Y en su día califiqué con un 7 a la segunda. Cosas de puntuar en frío.
Pero, ya ven, hoy me ha dado melancólica y, sin quitar mi calificación, quiero dar ese homenaje al palacio venido a menos de la Plaza de Cibeles, a Mary Santpere pegando tiros desde su ventana, a ese ingieno con patas que era Luis Escobar haciendo de sí mismo, al cura fascista de Agustín González y a ese tándem mágico de la estupidez esperpéntica que componen López Vázquez y Ciges (qué tío, Dios).
Un recuerdo entrañable, con sonrisa y nostalgia de esas comedias corales de Berlanga donde todos hablan a la vez y no sabes adónde dirigir la sonrisa.
Qué personajes, qué época y qué manera de hacer un cine cachondo, divertido, fácilmente identificable.
Ahora sería cuestión de verla por enésima vez y hablar de las pegas, pero lo dejaremos para otra ocasión. Hoy, de momento, una sonrisa al tiempo.