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Javicaysa rating:
7
2016
Paolo Sorrentino (Creator), Paolo Sorrentino
7.8
14,274
TV Series. Comedy. Drama
TV Miniseries (2016). 10 Episodes. Lenny Belardo is no ordinary Pope. He is the youngest and first American Pope in history. We find him on the morning of his first day in office, preparing to enter into the power struggles inside the closed, secretive Vatican state. The Young Pope stars Jude Law and Diane Keaton and plays out against the stunning backdrop of papal Rome. The modern-day drama was created by Oscar winning director Paolo Sorrentino. [+]
Language of the review:
- es
December 6, 2016
238 of 302 users found this review helpful
Esta es una crítica para quienes ya han visto la serie, porque me es imposible valorarla sin hablar explícitamente del argumento. Solo diré que, en mi opinión, la serie arranca con la genialidad más absoluta para al final convertirse (lamentablemente) en una serie bastante normalita durante los últimos capítulos.
De manera que quienes no hayan visto la serie pueden tener en cuenta mi nota y el título de la crítica para guiarse.
Y quienes la han visto pueden votar si están o no de acuerdo conmigo, y así ya tienen los demás otra referencia.
La crítica es sobre la temporada 1 (la 2 no se ha estrenado aún; y en el momento de escribir esto ni siquiera se había anunciado.)
Me explayo en el spoiler...
De manera que quienes no hayan visto la serie pueden tener en cuenta mi nota y el título de la crítica para guiarse.
Y quienes la han visto pueden votar si están o no de acuerdo conmigo, y así ya tienen los demás otra referencia.
La crítica es sobre la temporada 1 (la 2 no se ha estrenado aún; y en el momento de escribir esto ni siquiera se había anunciado.)
Me explayo en el spoiler...
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
La serie no puede empezar mejor: fotografía, música, montaje, diálogos, personajes... todo es un escándalo de ingenio, virtuosismo y complejidad. La idea genial de poner a un Papa ultra conservador y oscurantista resulta tremendamente útil. Lenny tiene sus convicciones y eso genera unos conflictos brutales, que sumen al espectador en un trance de placer estético inigualable.
De los primeros seis capítulos (que son la parte insuperable de la serie) uno puede rescatar decenas de momentos antológicos: la primera ministra de Groenlandia bailando al son de una canción italiana, el canguro que corretea por los jardines del Vaticano, el papa y cuatro cardenales esperando a un milagrero en su casa (ese plano es alucinante y tronchante), la camiseta que Diane Keaton usa para dormir, la charla de Lenny sobre la diferencia entre amistad y formalidad, su discusión con el primer ministro italiano, el intento de suicidio de Spencer, el vanidoso papa esperando a que le llegara la tiara papal para hacer su discurso a los cardenales, ¡o vistiéndose con todas las galas papales al ritmo de "I´m sexy and I know it"!.... Hasta la misma cabecera de la serie es sublime.
Y esto son solo algunos de esos golpes geniales con que está trufada esta primera parte, porque no tendría ni tiempo de enumerar las intrigas, o las complejidades sobre el poder, o los diálogos, que rezuman brillantez.
Sin embargo, por motivos que a mí se me escapan, a partir del capítulo séptimo la serie cambia de tono y de conflicto, y el carácter de Lenny mengua. De repente ya no importa que sea un papa radical. La curia ya no conspira. A los personajes secundarios les salen subtramas sin sentido. Y así la serie se amansa. Y, salvo alguna escena genial (como la muerte de la monja Antonia; o Lenny arrodillado entre camiones), todo se desinfla, todos se quieren querer, Lenny se vuelve dócil y abierto. Y meten una subtrama anodina de un Javier Cámara en USA más perdido que un pulpo en un garage. Y Lenny se dedica a reconstruir sus relaciones personales y a ver si encuentra a sus padres. El milagrero desparecido deja de ser un personaje para convertirse, literalmente, en un chistecito del capítulo final (tanto rollo para nada). Se acabaron las intrigas y los choques ingeniosísimos entre personajes. Adiós al juego del papa que es más papista que el papa. Ahora es un papa pobre de espíritu, que se siente culpable y que está en un estado mental de apatía lamentable.
Y el aire de genial irreverencia se diluye, y al canguro le sacan el corazón porque sí. Y al final Lenny acaba siendo un papa sin norte cuyo conflicto con la Iglesia desaparece de la trama, con una curia que lo adora, y con unos padres que se marchan (con razón). Y a él le da como una suerte de infarto, y Sorrentino nos manda al espacio exterior.
Y uno se pregunta cómo hemos podido pasar del pleno éxtasis a un culebrón de exquisita factura en apenas tres capítulos.
Ese modo de desinflarse, de cambiar el tono y los conflictos, me apena y me chafa la alegría inicial. La primera parte de la serie no encaja con la segunda, ni en temas ni en el tratamiento. Sorrentino nos propone una cosa y de repente nos la convierte en otra. Parece como si hubiese cambiado de propósito en mitad del desarrollo.
Y es una verdadera lástima.
De los primeros seis capítulos (que son la parte insuperable de la serie) uno puede rescatar decenas de momentos antológicos: la primera ministra de Groenlandia bailando al son de una canción italiana, el canguro que corretea por los jardines del Vaticano, el papa y cuatro cardenales esperando a un milagrero en su casa (ese plano es alucinante y tronchante), la camiseta que Diane Keaton usa para dormir, la charla de Lenny sobre la diferencia entre amistad y formalidad, su discusión con el primer ministro italiano, el intento de suicidio de Spencer, el vanidoso papa esperando a que le llegara la tiara papal para hacer su discurso a los cardenales, ¡o vistiéndose con todas las galas papales al ritmo de "I´m sexy and I know it"!.... Hasta la misma cabecera de la serie es sublime.
Y esto son solo algunos de esos golpes geniales con que está trufada esta primera parte, porque no tendría ni tiempo de enumerar las intrigas, o las complejidades sobre el poder, o los diálogos, que rezuman brillantez.
Sin embargo, por motivos que a mí se me escapan, a partir del capítulo séptimo la serie cambia de tono y de conflicto, y el carácter de Lenny mengua. De repente ya no importa que sea un papa radical. La curia ya no conspira. A los personajes secundarios les salen subtramas sin sentido. Y así la serie se amansa. Y, salvo alguna escena genial (como la muerte de la monja Antonia; o Lenny arrodillado entre camiones), todo se desinfla, todos se quieren querer, Lenny se vuelve dócil y abierto. Y meten una subtrama anodina de un Javier Cámara en USA más perdido que un pulpo en un garage. Y Lenny se dedica a reconstruir sus relaciones personales y a ver si encuentra a sus padres. El milagrero desparecido deja de ser un personaje para convertirse, literalmente, en un chistecito del capítulo final (tanto rollo para nada). Se acabaron las intrigas y los choques ingeniosísimos entre personajes. Adiós al juego del papa que es más papista que el papa. Ahora es un papa pobre de espíritu, que se siente culpable y que está en un estado mental de apatía lamentable.
Y el aire de genial irreverencia se diluye, y al canguro le sacan el corazón porque sí. Y al final Lenny acaba siendo un papa sin norte cuyo conflicto con la Iglesia desaparece de la trama, con una curia que lo adora, y con unos padres que se marchan (con razón). Y a él le da como una suerte de infarto, y Sorrentino nos manda al espacio exterior.
Y uno se pregunta cómo hemos podido pasar del pleno éxtasis a un culebrón de exquisita factura en apenas tres capítulos.
Ese modo de desinflarse, de cambiar el tono y los conflictos, me apena y me chafa la alegría inicial. La primera parte de la serie no encaja con la segunda, ni en temas ni en el tratamiento. Sorrentino nos propone una cosa y de repente nos la convierte en otra. Parece como si hubiese cambiado de propósito en mitad del desarrollo.
Y es una verdadera lástima.