El argumento es todo lo bobochorra que uno espera de este tipo de producciones, y el guión está a la misma escasa altura, aunque nada de eso es el verdadero problema: lo horroroso, deleznable, vergonzoso y repulsivo está en las -digamos- interpretaciones, en las que absolutamente todo el elenco compite dúramente por ver quien es capaz de hacer el mayor número de aspavientos, muecas, y posturas sumamente vergonzantes. Es imposible decidír quien provoca más verguenza ajena, quien lo hace peor, o a quien le abriría uno antes la cabeza para poderle meter sesos, decencia y buen gusto. Tres pelis de Ed Wood he visto, otras tantas de Uwe Boll, y un montón de filmes serie B hongkoneses, y jamás habían sufrido mis retinas un castigo tan severo.

Por otra parte, las escenas de acción (lo único que suele ser de interés en este tipo de pelis) son de un penoso, un patético, y un ridículo como nunca había visto. Cualquier demostración de judo de preescolares posee coreografías más trabajadas y mejor resueltas. De los diálogos mejor ni hablar, porque sólo con intentar recordarlos se me autodiseca el lóbulo frontal.

¿Algo bueno entre tanta caspa que te deja al borde del infarto por verguenza ajena?: las localizaciones y ya está. Absolutamente nada más que destacar en positivo. Todo un logro.

En resumen: ante este pedo de los que no hacen ruido, vómitos fílmicos como Ultraviolet, DOA, Rottweiler, o Rescate explosivo, se convierten en maravillosas obras maestras del cine más exquisito.
Tan recomendable como cagar haciendo el pino.