Empiezo diciendo que soy una persona con discapacidad y que odio profundamente el cortometraje cuerdas.
Volvemos a los patrones de comportamiento donde la mujer se hace cargo de la discapacidad, donde la persona con discapacidad no tiene voz ni voto en las decisiones que le conciernen, puesto que es María (ella sí tiene nombre, pero a quién le importa el del niño) decide lo que ella cree que le conviene.
La inclusión en la educación se la saltan porque sí, porque para qué vamos a demostrar que la discapacidad se puede mostrar como algo normal, algo que forma parte de la sociedad. Mejor lo mostramos como el bicho raro de la clase que sólo tendrá la comprensión de otra alma descarriada.
Lo peor de todo es que Pedro Solís es el padre de un niño con discapacidad. Vergüenza me daría formar parte activa del desconocimiento de lo que significa la discapacidad a pesar de convivir con ella.