Orgásmico. Imprescindible. El mejor Doctor Who de la historia, histriónico y carismático a partes iguales, se enfrenta, en un tiempo indeterminado, a sus mayores enemigos, los daleks y a su creador, Davros, una especie de teletubbie maligno, que solo mueve un brazo (¡que horrores cometería si moviese los dos!), un genio científico sin parangón, que no deja de recordar, por desgracia, al gran Stephen Hawking. Paradojas de la vida. Junto al Doctor, la companion más popular - con permiso de los Pond - Sarah-Jane Smith, que llegó a tener su serie propia y que hace pocos años nos dejó por un cáncer.

Skaro. Un mundo en una guerra étnica que dura ya 1000 años. Difícil papeleta para el Doctor. Thals y Kaleds, con las mismas ganas de exterminarse mutuamente, favorecerán la creación de los daleks. Diálogo soberbios- en especial los que establecen Davros y el Doctor, planes dentro de planes, conspiraciones, traiciones, mutantes, huidas, carreras, un ir y venir desde ambas ciudades, donde hay gente buena y gente muy malvada, como en Sodoma y Gomorra, y que tendrán su propio castigo a manos de los heraldos creados de Davros, que se cree un ser divino, actuando como todos sabemos que actúan, al unísono a la voz de "Exterminad!". Una voz expresada por primera vez por su creador, en el summum de su delirio totalitario.

Mítico ciclo argumental. De los que crean parroquia. De los que un whovian no debería perderse. Y tampoco cualquier aficionado a la ciencia-ficción, a la que tenga una cierta sensibilidad por la sci-fi británica, que tantos buenos momentos ha proporcionado al espectador.