Primero que todo es justo admitir que "Blood Feast" es objetivamente mala con ganas: el guión es de una simpleza que tira de espaldas, los personajes son más tontos que una piedra, las interpretaciones son horribles, y en general se nota que está hecha con cuatro centavos y con una ración bastante justa (y soy generoso) de talento cinematográfico. ¿Cuál es su valor entonces? Pues el haber sido la primera película gore de la historia, el haber abierto un camino a la violencia gráfica y el exceso en el cine de terror que, para bien o para mal, tuvo una influencia posterior inmensa, de forma directa o indirecta. Vistas hoy, sus escenas gore no son demasiado impresionantes, pero en su momento tuvieron que hacer las delicias (o los horrores) de un público acostumbrado a platillos volantes de papel Albal, Dráculas de cartón piedra o invasiones de gigantes de plastilina. Su representación gráfica aunque chapucera de los asesinatos y mutilaciones, con esa sangre casi fosforescente y esos higadillos de pega estrujados y desparramados, tienen su punto gracioso, y su música extraña, con el órgano eléctrico y el tambor de las galeras, da un aire de misa negra casera que tiene su aquel. Como además no dura mucho, no te aburres. Y haber sido el primero en atreverse a hacer algo así, tiene su valor también, así que un poco de respeto a Herschell Gordon Lewis. Un poco solo. Tampoco exageremos.