Película de bajo presupuesto, que parte de la idea de que si le pones la suficiente carga sentimental e intimista para enganchar al espectador, todo lo demás es superfluo. En este tipo de películas se suele recurrir mucho a la ciencia-ficción porque presentar un escenario distópico suele ser barato y predispone al espectador a implicarse en los sufrimientos de sus protagonistas. Siempre es más dramático el fin del mundo que el fin de mes, además de que suele atraer a un montón de despistados aficionados a la ci-fi, que pican (picamos) en este tipo de películas de forma recurrente.

IO es honesta, da lo que pretende dar, pero al mismo tiempo es limitada y, lo que es peor, se toma a la ciencia-ficción por el pito del sereno. Una atmósfera letal de la que puedes escapar subiendo un poco por una montaña. Un futuro en el que se usan monitores monocromos verdes pero de alguna manera podemos viajar a distancias siderales en un puñado de años. Y así un montón de incongruencias que incluso un absoluto desconocedor de la ciencia o la tecnología puede descubrir, pero que al guionista/director le parecen insignificantes al lado del drama humano. En realidad a este tipo de películas yo las clasificaría más como fantasía (en el sentido de que es un cuento para adultos) que como sufrida ciencia-ficción...

De no ser por el bombo de Netflix esta peliculilla hubiese pasado sin pena ni gloria.