Coixet ha llevado al cine lo que sería una obra de teatro donde Candela y Javier estarían soberbios . Siendo una película no tiene ritmo y seguramente aburrirá al público. Lástima por los actores que, pudiendo lucir su nivel interpretativo, acabarán teniendo el velo de lo mala que es la última de la Coixet .
La película muestra durante hora y media la forma de llevar el sufrimiento por las personas: aquella que consigue superar el bache y rehacer su vida, con el lastre que supone llevar el dolor en el corazón, y aquella que no sale del dolor, el sufrimiento, que da vueltas en las sensaciones extremas vividas y que parece hundirse en su propio drama, que no es capaz de sobreponerse al dolor. El sufrimiento es adictivo.
La interpretación de Candela me ha parecido excelente. Incluso en esas poses, gestos, reacciones casi histriónicas (hay momentos en que la melena de Candela pasa a ser un personaje per se), que pueden parecer exageradas pero que en la vida real no lo son, sólo hace falta observar en plena discusión a una pareja que se ha querido y ahora está llena de rencor y pesar, que se contiene para no saltar al otro a la yugular.
Por otro lado, viendo la peli se entiende el discurso de Candela al recoger el Goya este año que, por otro lado, por mi propia experiencia puedo asegurar que era cierto la falta de agua en el mismo hospital público al que hacía referencia, discurso cuyas críticas, menosprecios y opiniones posteriores han provocado la destrucción de esa “ingenuidad” de la gran artista que pensaba que existía libertad de expresión, que creía en la buena intención de los desconocidos y que ha aterrizado en la desgraciada realidad de ver que vivimos en un mundo en el que no se respeta al aquel que opina diferente.
Me encantaría ver el Goya de Candela, al que le puso las pestañas postizas que llevaba esa noche y se quedó tal cual.