Mi grandiosa infancia es ver el clásico de los Looney Tunes. Cortos excelentes e impredecibles, libretos estupendos e ingeniosos teniendo un variopinto de personajes con sus estereotipos y sus gracejos que siempre los caracteriza: el sarcástico, mamagallista y suertudo conejo Bugs Bunny, el lunático y energúmeno Pato Lucas, el tímido tatareto Porky; el ingenuo cazador Elmer, el pistolero pedante e irritable Sam Bigotes, el porfiado y petardo gato Silvestre, el meloso canario que es la eterna presa de Silvestre y nunca es atrapado Piolín, la cuera y recatada Abuelita, el escandaloso y conchudo gallo Claudio y su aminenemigo el canino George, el ratón veloz e imbatible Speedy González, el cándido y cazaor de terrícolas Marvin, el demonio hambriento Taz, el rápido y avivato Correcaminos junto con el necio depredador que nunca logra atraparlo Willie E. Coyote, el zorrillo enamoradizo frances Pepe Le Pew; y otros personajes no muy populares pero que dieron mucho juego a los cortos habidos y por haber.
Por lo tanto, Looney Tunes fue, es y seguirá siendo los mejores cortos animados que lo hemos gozado y se puede repasar cuando esos lejanos animados eran sanos, sencillos, diálogos hilarantes y con finales impredecibles y excelentemente trabajados. Ojalá se reinventara esos cortos modernizándose y conservando sus estereotipos como siempre lo han tenido.