Entre el barrigón de Bale, los rulos de Bradley Cooper, los moños de lawrence y los megaescotes de Amy Adams tienes entretenimiento suficiente para no estar muy atento al argumento sin sentido salpicado con discusiones absurdas. Personajes extravagantes, situaciones exageradas y todo llevado a un límite tan poco creíble que las cosas buenas de la película no compensan.
Debí de perderme más que algo, porque no me quedó muy claro en que consistía el método de estafar de Bale y Adams, ni cómo se apañaban las transferencias, ni el funcionamiento de esos policías que daban peor impresión que los propios estafadores.
Robert de Niro de mafioso inquieta, pero no precisamente porque su personaje sea temible y respetado, tal como te lo intentan presentar. Del jeque, sin comentarios.
Lo mejor de la película es la lágrima falsa de lawrence que antes de caer ya está en el lagrimal, supongo que de ahí su merecida nominación al Oscar, obviamente y la escena en la que Bradley Cooper, policía profesional donde los haya, llama a su jefe para asuntos de trabajo desde la casa de la estafadora y -a pesar de ser una llamada de fijo a fijo- le pregunta a su superior que dónde está para ir a ajustarle cuentas, en fin, todo demasiado grotesco para ser americano.