He de reconocer que fui a ver esta película con un ápice de ilusión. Una gran thriller americano rodado en mi querida ciudad Madrid, con un reparto espectacular (Willis y Weaver) y con grandes escenas de acción situadas en sitios conocidos por mí. Sonaba genial, y por eso entré con tantas esperanzas en la sala de cine. Y por eso, al salir, me sentí tan terriblemente timado y furioso.

Para empezar, porque La fría luz del día es la película más sosa y aburrida que he visto en años. Los personajes son planos, indefinidos, y no te importa lo más mínimo lo que la historia les depare. Su guión se supone que te tiene que mantener en vilo durante todo el metraje, pero lo único que consigue es dejarte boquiabierto del sopor que te induce. La única razón por la que no me arropé con el abrigo y cerré los ojitos fue por ver Madrid. Por ahí sale la Plaza Mayor, la Puerta del Sol y el Retiro, todos muy bonitos, y es de agradecer que no traten a los españoles con los topicazos y las incoherencias que suelen aparecer en las pocas americanadas rodadas en España. Pero que el mayor interés de una película sea mostrarme lo que veo casi cada día en vivo, tiene delito.