"The Host" se encarga en su campaña promocional de poner con la letra más grande posible el nombre de Stephenie Meyer en su cartel, incluso más grande que el de la protagonista y verdadera estrella de la película Ronan. Intuye que de esa forma el público acudirá en masa para ver una nueva saga "Crepúsculo", pero parece que se equivoca porque no ha sido un triunfo en taquilla.

Esa etiqueta, desde el punto de vista de cualquier espectador no incluido entre los fans de la saga vampírica, es poco prometedora, sabiendo de antemano que la película no tendrá en cuenta casi nada más que los líos amorosos de los protagonistas, eso si, de manera casta, porque no es cuestión de enseñar más de lo necesario. Y poco se equivoca ese público, porque a pesar de tener una premisa interesante, Niccol no se impone y se deja llevar a pies juntillas por el guión creando un desarrollo anodino que desaprovecha cualquier atisbo deseable de crítica social que pudiera alimentar. Ni siquiera la presencia de la siempre interesante Kruger eleva el nivel considerablemente.

Quizás lo más extraño sean las tribulaciones de la protagonista, con una alien en su interior con la que mantiene largas conversaciones sobre los chicos que les gustan a las dos, y a la vez sus conversaciones con los chicos de verdad, pero cada una a su tiempo... y que no consiguen sacar a flote la confusa idea. En definitiva, un lío complicado de seguir (bueno, tampoco tanto) en el que se demuestra que si el libreto hubiera derivado en comedia alocada, nadie se hubiera echado las manos a la cabeza.