Hey Arnold causa lo que pocas animaciones infantiles de este calibre logran: Causar una nostalgia inesperada. Digo inesperada ya que el contexto en que se desarrolla es ajeno a la cultura latinoamericana, por ejemplo. Pero yo siendo niño me resultaban tan propias las historias y situaciones, por lo que cuando fui creciendo y madurando, ver los episodios de Arnold me traían a la memorias mis aventuras de niño.

La serie tiene un elemento crucial que logra unir perfectamente todos los hilos nostálgicos: Las grandes composiciones bluseras del gran Jim Lang hacen que se le ponga la piel de gallina a cualquiera. De ahí que, probablemente, naciera mi amor por el jazz y el blues.
Oye Arnold! Es hoy considerada un clásico, una joya de culto de nickelodeon. No por algo es tan aclamada cada vez que salen rumores de una nueva película o nuevas temporadas. Aunque creo que nada podrá igual historias como la del chico del pórtico o el hombre paloma. No importa, las buenas historias -y la nostalgia- quedan.