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Finland Finland · Alicante/Alacant
Kosti rating:
6
Drama The Dane Thomas Jacob has made an international name for himself as a singer and songwriter. He lives for his music. After years of absence he returns to his native land to record a new album with his long-standing producer, Molly Moe. His assistant, Kate, who helps him with everything, has rented a large house where he proposes to hide himself away. But his daughter Julie, with whom he has never had much contact, and her ... [+]
Language of the review:
  • es
October 27, 2014
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“Nunca sabes quién cambiará tu vida” es el eslogan elegido para promocionar ‘Alguien a quien amar’ (Pernille Fischer Christensen, 2014), el último drama familiar con tintes musicales que nos llega desde la fría Dinamarca. Thomas Jacob (Mikael Persbrandt) es un cantautor que triunfa en Estados Unidos. Cuando decide volver a Dinamarca para grabar su nuevo disco, se encontrará con su pasado, su presente y su futuro al mismo tiempo. Su hija, con la que no mantiene una relación muy buena, le presenta a su nieto Noa, con el que tendrá que aprender a convivir, al menos durante un tiempo hasta que ella salga de rehabilitación. Lo que no sabe Thomas es que su nieto será esa persona que cambiará su vida.

Desde la fría Dinamarca (como ya hemos anunciado) nos llega esta historia, fría en apariencia y aspecto, pero con un gran calor humano en su interior, tan adentro que apenas fue perceptible en gran parte de su metraje. Ese contraste frío-calor hace de la historia de ‘Alguien a quien amar’ una trama interesante y atractiva, con muchos matices, unos fáciles de percibir y otros que pasan casi desapercibidos, pero tiene todos los ingredientes para ser un drama que consiga calar con facilidad. Pero no es así. En su primera mitad es difícil vislumbrar ese calor que poco a poco debía ir derritiendo el témpano de hielo recién salido del congelador, pero cuesta, y mucho. En cierta medida es de agradecer, sobre todo porque nos presenta pequeños momentos hilarantes, pero en su mayoría sigue una línea recta que le cuesta abandonar. No es hasta su segunda mitad, con el gran mazazo que da al espectador, cuando se percibe, por primera vez, el calor, los instintos primigenios del ser humano, esa representación impulsiva de nuestra especie que tan resultona es en cualquier película. De todas formas, resulta ligeramente reconfortante esa dualidad, el contraste entre un escudo de hielo y un núcleo de lava incandescente que termina por romper la coraza superficial dejando entrar un aire cálido y esperanzador. Al resurgir de esas llamas ayuda bastante la musicalidad con la que Christensen lleva la trama. A pequeños intervalos va introduciendo temas de su personaje que, en mayor o menor medida, reflejan su situación y dejan entrever su cálido corazón, dejando que su alma se expanda junto a las notas musicales.

Si hay algo que ayuda a la película a salir hacia delante, es Mikael Persbrandt, un portento interpretativo (algo fuera de su salsa aquí, pero no demasiado) que con su voz rasgada nos recita el pesar del alma de su personaje, ese hombre prácticamente hierático, falto de sentimientos y antisocial por antonomasia. En su cabeza sólo rondan partituras, letras y melodías, y ni siquiera reencontrarse con su hija, aquejada por las drogas, y con su nieto, al que no conocía, romperán esa concentración musical que le tiene absorto de toda realidad, incluyendo a esas personas que forman su círculo más cercano, si es que alguna vez existió dicho círculo. Y si su actuación resulta grandiosa, más aún lo es su relación con su nieto al que recién conoce. Sofus Rønnov, que es el actor que da vida a Noa, es tratado y actúa como un adulto. En su rostro y en sus palabras no existe resto de la inocencia infantil que en algún momento debió tener, y ello entronca con la relación que desarrolla con su abuelo, una relación entre iguales, de un trato igualitario que en ocasiones hasta asusta. Remarcar nuevamente lo maravilloso, aunque a veces (pocas) “desafinado”, que resultó escuchar las canciones en boca de Persbrandt y el contraste tan lucido con la dulzura que irradiaba Trine Dyrholm. Todo un placer.

Para esos sensibles de corazón que llevan su armadura a cuestas, y para los que no, también
Lo mejor: Su musicalidad en boca de Persbrandt y Dyrholm
Lo peor: Su frialdad no deja ver ese atisbo de calidez humana
Kosti
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