Eficaz thriller de espías, bien realizado y que satisfará al aficionado al género, "El Silencioso" encuentra su mejor activo en su personaje protagonista, un valioso científico que será utilizado, sucesivamente, por el KGB soviético y por el MI5 británico.

Lo interesante en este caso no es tanto la trama de espionaje (o contraespionaje) en si misma, sino lo bien que se sugiere la soledad de un hombre cuya vida y conocimientos han sido instrumentalizados y manipulados por los distintos servicios secretos. Cabe aclarar que si el filme es un thriller ello es debido a que las dos terceras partes del mismo narran la constante huida de Tibère, acosado por los agentes soviéticos, deseosos de vengar su deserción; pero en vez de ser una mera sucesión de episodios de acción, circunstancia muy habitual en películas actuales, en este caso encontramos una mirada más interesante, en la que se plantean las dudas de un hombre que sabe que no puede recuperar una vida que perdió muchos años atrás, pero que tampoco puede resistir la tentación de experimentar lo que podría haber sido. En este punto es obligatorio decir que si esto resulta bien plasmado en el filme, ello es debido, en gran medida, a la excelente interpretación de Lino Ventura, cuyo rostro, lejos de ser inexpresivo, transmite muy bien esa sensación apesadumbrada y un punto fatalista.

Si el protagonista es más bien silencioso, más aún lo es la película, y en este caso se agradece, pues los mejores momentos de la misma no vienen propiciados por diálogos, sino por la plasmación de algunas situaciones, como el tramo inicial (perfectamente inteligible, pese a la ausencia de diálogos), la secuencia en la que Tibère "reencuentra" el tiempo perdido a la puerta de un Liceo (mucho más emocionante y efectiva que la posterior conversación entablada con su antiguo amor), o el tramo final, con montaje paralelo, que resulta muy eficaz narrativamente.

Como buena película de espías, es éste un filme viajero (Londres, Dijon, Grenoble, Ginebra, los Alpes, París...), y por tanto también un amplio muestrario de medios de transporte (avión, barco, trenes, coches, camiones, ambulancias, furgonetas, etc.); otro rasgo típico del género es la ubicuidad de los agentes del KGB (por lo demás realista, si tenemos en cuenta hasta qué punto llegaba la infiltración soviética en, por ejemplo, el Reino Unido), cuyo acoso está muy bien sugerido en las secuencias en las que Tibère se encuentra aún en Londres (los planos cortos y nerviosos expresan eficazmente las dudas y temores del protagonista, a quien todo y todos le parecen sospechosos). Las acciones de dichos agentes son anunciadas a través de impersonales teletipos y cuando son llevadas a cabo a veces se muestran con cámara subjetiva, enfatizándose así su identificación con una maquinaria fría, burocrática e inmisericorde.

Concluyendo, una buena película que entretiene sin incurrir en excesos, y en la que la trama es lo de menos, siendo mucho más interesante su protagonista, quien lleva sobre sus hombros el peso de haber muerto dos veces, y de saber que su futuro -si puede calificarse como tal- pasa por morir una vez más.