Hay dos tipos de historia: la que se limita a contar y relatar lo hechos y la que consiste en interpretar los sucesos históricos y a sus personajes.
En el caso de los Borja (o Borgia) ambos tipos de "historia" se entrecruzan formando una imagen donde los historiadores no se ponen del todo de acuerdo y surge un eterno debate. Donde el poder, ambición, corrupción, disputas, incesto y maquiavélicas intrigas les ha colocado en un deshonroso recuerdo, pero donde pocas veces se muestra la otra cara de la moneda, la de su influencia en el Renacimiento.

Tal vez el mejor formato para este tipo de película histórica sería un episodio doble o miniserie para televisión. Seguir en un largo de dos horas los numerosos crímenes ideados por Alejandro VI y ejecutados por sus hijos para conseguir más poder, así como de sus intrigas amorosas dignas de culebrón de mafiosos no encandila, ni se sigue con excesivo interés. Aunque da gusto cometer crímenes y atrocidades si el mismo Papa te da la absolución ipso facto.

Su única aportación sobre el relato histórico es erigir a esa eterna virgen llamada Lucrecia Borgia como una victima, dejándola demasiado bien parada para lo que cuentan de ella los libros de historia. De letal asesina confabuladora a mártir utilizada como moneda de cambio.

“Los Borgia” se queda en un espectáculo frío, en una reconstrucción histórica baja la batuta de una dirección académica (que no edulcorada). En un drama histórico que no aburre demasiado, pero de escaso atractivo, que remite obligatoriamente a los numerosos libros que se han escrito sobre esta ilustre familia.