Recuerdo que allá a finales de los ochenta incluso en los primeros noventa en mi tierna infancia, uno de mis mejores amigos decidió tirar multitud de cintas de Vhs (que loco! yo pensaba...insensato de mí). Debido a mi avidez a la hora de deglutir cine de acción, aventuras y ciencia ficción, al ver que entre estas cintas se encontraban grabaciones de alguna peli de espada y brujería e incluso "Comando", acepte cual monaguillo este nefasto testigo.

Sin duda el título a bolígrafo en pegatina prometía una gran velada de terror, por lo que preparé una noche en la que mis padres volvían a la ciudad y estaba solo en casa, para invitar a dos amigos y compartir la cocacola, tensión y morbo del adolescente deseoso de emociones fuertes...

Juraría que fué la primera película con la que llore, ganándome de paso la embarazosa burla durante todo un verano por parte de mis amigos "los del pueblo" (a quienes aprovecho para pedir perdón por tamaña barbarie cinematográfica).

Creo que todo director, guionista, o aficionado al cine debería ver esta película, al menos una vez en la vida, como decálogo sobre lo que nunca ha de hacerse tras una cámara.

Todavía, en mis peores pesadillas sueño con aquel tipo haciendo de hombre de las cavernas.