Es una buena obra para recapacitar hasta que punto nuestros problemas son reales o nos gusta atormentarnos.

Orson Welles sabía que el cine está lleno de adaptaciones teatrales magistrales que envejecen rápido, quizá por eso su expresionismo innato es más pertinente en una obra como ésta, aunque el guion sigue siendo el protagonismo con unas buenas interpretaciones sobre todo la de Viveca Lindfors y Ben Piazza.

El teatro filmado, sobre todo si es en blanco y negro y es drama, está lleno de obras maestras olvidadas. Esta película desprende una sensualidad, una intriga y un misterio que consiguen que el espectador aguante hasta el final aunque se hace lenta. Las historias de los personajes están bien y las tramas son fáciles de seguir. Una película a reivindicar por lo menos para que se vea.