La película cuenta tres historias cruzadas, imbuidas de cierto vuelo poético, que reflexionan sobre la guerra. Ese virus terrible, ese mal atemporal, responsable de torcer los destinos de tantas vidas, es un horror que arrasa con todo, un acto de brutalidad colectiva que siembra dolor y destrucción y deja heridas indelebles. Aunque ambientada durante la guerra de los Balcanes, la denuncia valdría para cualquier momento y cualquier lugar. Como comenta un personaje, "la guerra no es la excepción, la paz es la excepción".

Los protagonistas de los tres relatos -un joven monje que ha hecho voto de silencio; la directora de una agencia de noticias que se debate entre el cariño a su esposo y su relación con un fotógrafo; ese mismo fotógrafo, quien decide regresar a su tierra natal, donde ya nada es como recordaba-, son personas en principio ajenas al conflicto, contrarias a la violencia, pero que acaban viéndose inevitablemente afectadas, arrastradas al fango, obligadas a tomar decisiones, a tomar partido, forzadas a lidiar con lo que sucede y a sufrir las consecuencias.

Un film emocionante, lúcido e intenso, que nos enseña el fruto de la intolerancia. Una obra que todo el mundo debería ver.