A la hora de hacer esta crítica hay que tener en cuenta que la película tiene 77 años.
Pues bien, después de tanto tiempo tiene algunos rotos y descosidos pero se mantiene en conjunto razonablemente bien.
La producción, para su época, es un despliegue formidable de lujo por todas partes; de mal gusto pero lujo. No me cabe duda de que este derroche de poderío económico, en los trajes, en los interiores, los enormes acuarios, la decoración, los carruajes,etc., causó una gran impresión por no decir envidia. Se le ofreció al espectador un Gran Teatro al que admirar y aspirar.
La dirección es elegante y está muy centrada en el manejo de la cámara, en los primeros planos, sobre los protagonistas, manteniendo la intriga y el suspense hasta el final. Casi parece una obra de teatro. Hay que destacar que esto lo lleva a cabo dirigiendo a los actores de una forma extremadamente precisa. De hecho, la rigidez y la falta de naturalidad en los protagonistas y especialmente en ella, es una de las pegas que se le puede poner. Obviamente nos acribilla con primeros planos para mostrar la impresionante belleza de Hedy Lamarr; auténtico reclamo de la película.
La historia para su época era más que original e interesante aunque la desarrollaron de una forma un tanto evidente e infantil, para que todo el mundo se fuera enterando de lo que sucedía. No obstante aún hoy mantiene el interés y la película resulta entretenida.