Yo intenté presentarme al casting de ésta película para el papel de Francesc Colomer, pero no di la talla con la edad, era demasiado mayor para el mismo, así que después de hablar con la directora de casting, ni me fue posible. Por aquel entonces el proyecto se llamaba "Almería 66", título que no me parecía nada mal en comparación con el que le han terminado poniendo que queda hasta algo soso, pero no sabía por qué, tenía la ligera sensación de que ésta película iba a llegar lejos. La he dado buena puntuación por la sencilla razón de que no es la típica película española, y además no parece española, el estar basada en hechos reales me es indiferente (aunque hay que tener en cuenta que la historia tenía un elevado potencial cinematográfico). Trueba sorprende con la composición de personajes, el guión es bueno, aunque desde mi punto de vista a la película tal vez le falte algo de chicha, y algo más de situaciones conflictivas, al fin y al cabo los personajes de Juanjo y Belén se me quedan un poco huecos, y la acción de Ramón Fontseré actúa casi como un deux ex maxina mal tapado con el fin de resolverlo todo. Lo que me sorprende de verdad es que el personaje de Cámara llegase a conocer al mismísimo John Lenon, del que soy enormemente fan, todo un lujo para este Antonio, profesor de inglés muy poco convencional para la época que estaba atravesando el país. La película podía haber durado un poco más, y las escena final con Strawerry fields forever de fondo, es una verdadera gozada para los sentidos, a ello sumar que es un road movie, un género que me gusta mucho. En interpretaciones no tengo nada que decir contra Cámara, su personaje es una maravilla, merecido Goya a mejor actor principal. Colomer no está mal, resulta creíble y Natalia de Molina se me queda un poco sosa, no creo que se mereciese el Goya. Estupendos secundarios como Fontseré, o Jorge Sanz del que hacía un montón que no trabajaba en cine, e incluso la participación especial de Ariadna Gil. Muy recomendable para pasar un buen rato y ver una película española, que aunque políticamente correcta, te arranca una sonrisa al final.