Al tipo que puso el título le gustan los líos, pero a mí no me gustan, ni los líos ni la película, que produce más bostezos que otra cosa. Aparte de ser más larga que un día sin pan, carece de todos los ingredientes necesarios para hacer que una comedia romántica funcione: la historia no es ni medianamente interesante, un par de periodistas rivales, uno veterano, Brackett, y la otra, novata, Peterson, que descubren que tras un accidente de tren en Chicago hay una movida en la que está involucrada una gran empresa química. Esto podría haber tenido su chispa, pero es que es muy muy aburrido todo, y, encima, entre Nick Nolte y Julia Roberts no existe ningún tipo de conexión creíble que les pueda llevar a tener ni siquiera un flirteo de una sola noche, por lo que todo el castillo de naipes se derrumba al no tener ni una sola base firme sobra la que construir la peli.
El conjunto es pulcro, como todo lo que hace Charles Shyer desde Diferencias Irreconciliables, hace casi un cuarto de siglo, pero, como el resto de su obra, no pasa de ser una mediocridad que se olvida al minuto de haberla visto.